EL ESPACIO PARA NUESTRA PARROQUIA
La población del Barrio Chipre fue extendiéndose y, por supuesto, aumentaron calles y carreras; lo que antes era monte o potreros fue cediendo el espacio para la urbanización.
A veces es difícil detener el vehículo de la memoria para reacomodar la carga y no dejarla cubrir toda con el vituperable olvido. Uno de los residentes de este sitio, desde tiempos antes de las urbanizaciones, con cara de arrepentimiento recuerda y describe el espacio en donde hoy se ha posesionado Nuestra Señora del Pilar:
“A nuestra Señora, La Virgen del Pilar, hoy le ruego interceder por mí ante Dios para obtener de él el perdón por todo el daño causado con mis compañeros a todos los vecinos de hace algunos años.
hablo de 50 o más años atrás. En barra nos reuníamos en la esquina -hoy carrera 7A con calle 10, Avenida Villa Pilar-. Recordamos a “Misia Julita”; mantenía un pucho encendido y con la candela “Pa'dentro”; mientras amasaba el material para las empanadas, pasaba el cigarro de la comisura izquierda a la derecha y en su juego continuo, de su boca dejaba caer no sólo un poco de ceniza, sino también algo más que, revuelto con el ^uiso, iba a dar a nuestras barrigas sin escrúpulos.
El paseo era por un andén estrecho, irregularmente empedrado, y con peligro a la vista, pues, al mínimo descuido cualquier transeúnte podría caer al caño conocido como La Quebrada de el Zacatín, cuyo cauce recogía las aguas venidas desde la parte alta de “Chipre Viejo”; este riachuelo corría por el terreno que con trabajos ingenieriles se convertiría en el sector de Villa Pilar, espacio que recorremos por la avenida del mismo nombre; en la parte de abajo, en donde hoy localizamos la estación terminal de las busetas azules, a lado y lado varias familias económicamente desfavorecidas habían levantado techo; jamás por sus mentes había cruzado la idea del crecimiento desmedido de ese pequeño caudal para arrasarlos y cubrirlos con el lodo de toda la pendiente; era el barrio “el Triunfo”, levantado en la margen de la carretera Manizales Arauca.
Sin conciencia de la higiene, nos “empetacábamos” de empanadas antes de salir a jugar a “la derrota”; nos íbamos por los fangosos barrancos que a lado y lado limitaban la cañada; como niños con espíritu nihilista, sin la mínima noción del cuido a la naturaleza, íbamos “cauchereando” tirándole a cuanto afrechero cruzara sobre nuestras cabezas, y si corales ciegas con anillos rojos y negros, sierpes mataganado, o toditas verdes color del pasto reptaban por nuestro camino, eran blanco para ensayar puntería con nuestras hondas de fino caucho. Como proyectiles para nuestro juego, dejábamos los higuerillos sin racimos. Todos sus frutos globosos y espinosos, por nosotros llamados “chirigüecas” invadían el espacio de las mariposas y de las aves; seguramente en nuestras bajadas con /aneadas de gamín, pisoteamos más de una mata de papa en florescencia, de las cultivadas por don Eduardo Carreño. Punto aparte para recordar a este gran señor.
Más o menos por el año 50 del siglo pasado llegó de Armenia - la tierra de “los Cuyabros”- el matrimonio conformado por don Eduardo Carreño y su esposa doña Margarita Bustamante.
Don Eduardo fue “mano derecha” de Monseñor Alfonso de los Ríos Cock; fue el conductor de su vehículo y, además, encargado ele- cuidar el jardín y los sembrados en la “chagra” cuyo propietario era Monseñor; es el terreno donde hoy está el Condominio La Atalaya.
Ambos, Monseñor y don Eduardo fueron ligeramente inclinados al ganado vacuno; compraron unas cuantas reses y tomaron en alquiler otra extensión de potrero para su incipiente negocio de ganado. Cuando Monseñor de los Ríos viajaba a Roma, sus cornígeros de flexibles colas quedaban al cuidado de don Eduardo Carreño; fue como su capataz. Él construyó la casa en donde el religioso en mención se echaba las siestas para reposar su cansancio por el trabajo de apostolado ya mencionado un poco atrás. Esa casa de construcción sencilla dejó de ser campestre; hoy es urbana y nomenclada con el número 4-05 de la calle 12 en el condominio acabado de mencionar.
Es importante mencionar la familia Carreño por la participación activa de ellos en los orígenes de la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, muy especialmente por el trabajo de la señora doña Margarita; las sabrosas empanadas con exquisito guiso, éstas sí con mucha higiene, por ella preparadas para los festivales en pro de la construcción del Templo tienen que quedar registradas en esta historia.


Ya brevemente descrito el terreno por nosotros irrespetado al pisotear las matas con llores de todos los colores, y molestar las reses que pastaban en terreno propio, seguimos dando vía libre al recuerdo de este camino lleno de fango; bajábamos hasta llegar a la parcela de “los Tamayo” de quienes nos escondíamos, porque no faltaba nuestra necedad contra sus viejos y desgarbados rocines “zorreros” encargados de mover la carga de las galerías.
Regresábamos a nuestro fuerte y, al iniciar la noche, continuábamos en la práctica del “tiro al blanco”; sólo que el blanco ya eran las bombillitas del alumbrado público. Los vecinos “quejosos” llamaban a la policía y, cuando llegaba “la bola” no faltaba la señora amable y alcahueta que nos abría su portón y así escapábamos del arresto.
Después llegábamos a casa; pobre mamá inconsolable al mirar nuestras ropas que ya exigían más cantidad de jabón y más de los tres movimientos de la propaganda: “remoje, exprima y tienda”. Sin remordimiento ninguno, dañamos la naturaleza; dejamos ese campo libre de ofidios; sin higuerillos; sin achirillas. Allí quedó todo el fango arrastrado por tanto correntio que bajaba por las escarpas.
Hasta aquí los recuerdos de ese “gamín de pretérito imperfecto”.
Puede deducirse, entonces, que el terreno actual de Villa Pilar, ya había recibido muchas bendiciones de Monseñor Alfonso de los Ríos. Finalmente, hasta donde hemos sabido, este sacerdote, sin dejar de visitar su rancho y echar sus sueñitos de siesta, negoció sus haberes de este sitio con don Eduardo quien siguió ya, no como capataz, sino como propietario. Así, entonces, al señor Carreño le correspondió negociar con el Instituto de Crédito Territorial, cuando ya buscaron urbanizar el terreno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario