domingo, 9 de septiembre de 2018

3. PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

Fue creada por Monseñor José de Jesús Pimiento Rodríguez, el 12 de diciembre de 1980. 

Comprende los barrios y sectores de Villa Vista, Chipre Viejo, Venecia, Los Periodistas, La Española, La Chimenea, Villa Pilar uno, Villa Pilar dos, Aquilino Villegas, Santa Mónica, San Luis, Torres de Ávila, Zacatín. El sector rural comprende las veredas de: Manzanares, Morrogordo, la Linda, los Zagales, la Palma y Quiebra de Vélez. La nueva comunidad parroquial “es un conglomerado heterogéneo compuesta de clase media y pobre”. 

El Viejo Zacatín 

Para ampliar un poco acerca del espacio descrito, conviene una aclaración: los sectores cubiertos por el sagrado manto de Nuestra Señora del Pilar, son iguales en importancia. La bendición de María cae igual para todos. Entrar en el sector de “El Viejo Zacatín”' ha de servir como un ejemplo de la comunidad bella de nuestra Parroquia. 


Según el informe del padre Horacio Gómez, “los fieles de la Parroquial'. conforman una comunidad fervorosa, disciplinada que participa efectivamente en las celebraciones litúrgicas”. Pero la participación no es sólo en las actividades de la liturgia; el compromiso fue también en la obra material para la Parroquia; así, entonces, muchos nombres tendrían que incluirse en esta historia; mas, a libre elección, de entre los sectores de la Parroquia, al azar escogimos el conglomerado de el Viejo Zacatín. 

Nos ubicamos en la parte posterior de la Clínica, actual entrada a urgencias (mes de agosto de 2012). Desde aquí partiría el frustrado cable hacia el Chocó. Bueno será recordar que este vecindario también está ligado con la historia de la Licorera de Caldas, así como la estación del ferrocarril en donde hoy está situada la Universidad Autónoma; allí existe otro “Zacatín”; por cierto, es un vocablo de origen árabe, cuyo significado remitía a una calle o plaza en donde se vendían ropas; es muy poca la relación con el licor, pero de todas maneras el término semánticamente evolucionó hasta tomar entre nosotros el sentido de sitio de extracción de licor. 

 

Retrocedamos a un pretérito más próximo, a los primeros años de la década del 70: “Caminante, ¡no hay camino!” De este punto de partida, no existe paso para un vehículo de “un caballo” de fuerza; en efecto, los corotos transportados en una zorra de galería es necesario cargarlos en una carretilla de una sola rueda, de esas utilizadas en las obras para cargar la tierra, la arena u otros materiales. Por el estrecho camino, con todas las incomodidades que ello implica, esquivando los roces con la urticante ortiga, las tunas de los morales y haciéndoles ladito a pequeños reptiles con rabitos de ají, llegan los bártulos. 

Por supuesto, la cabeza de los nuevos habitantes se ocupa en ‘hacer camino al andar”. Surge el líder; se llama Pedro. Cuenta ya con la colaboración de otros vecinos, convencidos de la necesidad de ampliar el camino; a pica y pala empezaron a ampliar la senda; se organizó una junta con don Pedro señalado en la dirección; se planearon festivales para la venta de empanadas, gaseosas y otros comestibles para recolectar el dinero requerido para sufragar los trabajos de apertura de la senda. 

Finalmente, el Municipio colaboró un poco y lograron una calle como para poder llegar en carro hasta sus viviendas. La calle no daba espacio sino para un carro pequeño, pero sin posibilidad de voltear, justa y suficiente razón para la negativa del servicio de los taxistas. Poco a poco, los vecinos se encargaron de la ampliación del sendero hasta lograr espacio suficiente para reversar y así los taxistas pudieran prestarle el servicio a la comunidad cuando lo requirieran. Desde entonces, allá existe el sitio llamado “El Volteadero”. Al fondo se levanta un árbol y, a un lado, la gruta de “El Divino Niño”, imagen donada por el presbítero Florado Gómez. Los vecinos colaboraron con el material, y don Pedro fue el obrero. Este árbol debe ser un símbolo por varias razones de peso: fue sembrado por don Pedro, y allí se levanta como para dar firmeza al lleno o espacio ampliado a punta de “tierra echada y pisada” para la ampliación del espacio. El Divino Niño es el Celador. 

¿Y quién es don Pedro? Con este personaje se cumplió la sentencia de que “se hace camino al andar”. 

Lio bartulios, los acomodó en una zorra y fue hasta donde ya se comento unas líneas atrás. Al año siguiente ya había construido su casa y, unos años después, otros vecinos ya eran propietarios de sus moradas, casi todas construidas por don Pedro; así fue perfeccionándose como constructor y con sus técnicas ingénitas de líder. Sabía cuáles puertas debía tocar para lograr mejoras para su barrio, y contaba con la paciencia característica de quien espera; como a los cinco años logró alcantarillado; con la colaboración de un concejal consiguieron la instalación de los servicios de luz y agua. 

No todo ha sido alegrías en “El Zacatín”. Con los esfuerzos de la comunidad, iban preparando sus terrenos para sus necesidades; ya contaban con su caseta comunal y con su cancha de fútbol. 

Por costumbre en nuestro país, los más desafortunados soportan con estoicismo la apatía de los dirigentes frente a las necesida­des de los estratos desfavorecidos en la repartición del espacio en la pirámide social. De manera frecuente resulta un vivo hábil para aprovecharse de la gente buena y crédula, como sucedió en El Zacatín con un personaje sin frenos éticos y de labia fácil que se presentó y convenció a los vecinos; logró hacerse elegir presidente de la junta; sin explicaciones de ninguna naturaleza resultó con papeles firmados sin saberse por quién y de esa manera perdieron su espacio deportivo y su caseta comunal atrás mencionados. En ese terreno construyeron, con permiso abierto para los servicios públicos como alcantarillado, luz y agua, mientras que todavía muchos habitantes de El Viejo Zacatín no han gozado de esos servicios con el pretexto de que están en zona de riesgo. 



Afortunadamente un fallo judicial del Juzgado Séptimo Administración del Circuito de Manizales, con fecha del 21 de junio, fue favorable al Viejo Zacatín, con una razón sencilla: Si los habitantes de ese sector están en zona de riesgo, los de las nuevas construcciones en terrenos de la subdivisión de El Viejo Zacatín, terrenos incluidos en los límites del barrio Villa Pilar II, también tienen que estar en zona de riesgo. Según el fallo proferido, a quienes no se les ha reconocido su territorio se les debe abrir las puertas para la titulación de sus predios y no negarles la instalación de los servicios básicos. Así mismo, “Manizales deberá adoptar las medidas pertinentes para la reubicación de las familias en riesgo”. 

Es don Pedro Ochoa uno de nuestros personajes enterados de toda esta situación. Sus quejas fueron inútiles. El “aparecido vivo líder” murió trágicamente y los habitantes de “El Viejo Zacatín” dirigidos por don Pedro no tienen a quién reclamarle; sólo queda el comentario: “quién sabe, por debajo de la mesa, con cuánto le untarían la mano a ese “de cuyo nombre no quieren recordar” ni saber “de su movida truculenta”. 

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