martes, 27 de noviembre de 2018

Te Examinarán en el Amor

Solemnidad de Todos los Santos y Conmemoración de los Fieles Difuntos

“Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; era forastero y me acogieron, estaba desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme” Mateo 25, 34-36

Hermanos, noviembre es un mes cuyo mensaje, por su gran contenido en la liturgia de la Palabra, nos propone modelos a seguir para que confrontemos nuestra respuesta al Señor. Veamos: la celebración de Todos los Santos, los Fieles Difuntos, Jesucristo, Rey del universo y nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Es la recta final del año litúrgico que nos dispone para recibir el Adviento y la Navidad. Por estas razones, aprovechemos la oportunidad que el Señor nos concede y hagamos de nuestra vida reflejo de su amor.

La Conmemoración de los Fieles Difuntos recuerda el amor y la fe con que vivieron aquellos hermanos nuestros que ya partieron a la casa del Padre, pero que no son incluidos en el santoral de la Iglesia. Contemplemos el testimonio de tantos hombres y mujeres que respondieron con generosidad al llamado del Señor y marcaron el rumbo de la historia; entre ellos hay profesores, médicos, sacerdotes, padres de familia, catequistas y tantas otras profesiones que demuestran que el Señor nos llama desde lo que somos para ser santos donde nos encontremos. Recordemos a tantos padres de familia

¡Bendiciones para todos los lectores de MINUTOS DE AMOR;

que trabajaron incansablemente por sus hijos, aquellos líderes comunitarios que lo dieron todo por la defensa de los débiles y cientos de cristianos fieles y humildes. Estas celebraciones nos llenan de esperanza y alegría, pues nos confirman que son más las personas que se esfuerzan por vivir los valores del Evangelio que las que viven en sus seguridades y las del mundo.

Estas celebraciones tienen un punto en común que interpela nuestra vida espiritual: los santos y los fieles difuntos fueron personas de fe que durante su vida se esforzaron por dar lo mejor de sí para el Señor y para los hermanos. Estas almas no esperaron hasta el último momento para iniciar su camino, sino que cada día, trabajo, alegría, proyecto y dificultad era una oportunidad para vivir su fe. La invitación para nosotros está en ser conscientes que en cualquier momento el Señor nos llamará a su Presencia y que tenemos que entregar los frutos de nuestra vida. ¿Serán muchos? ¿Serán pocos? ¿Nos valdrán para ser contados entre los fieles que descansan en el Señor?

La sociedad hace lo posible por evitar la muerte y no hablar de ella, concentrando todo para ofrecernos lujos y excesos, pero la realidad es que somos peregrinos en el mundo y tarde o temprano tendremos que estar frente a frente con Dios, nuestro Padre y Creador. Si deseamos llegar con los mejores dones a su Encuentro, no tenemos que plantearnos metas imposibles

o cambios drásticos y vacíos, sino que la respuesta se confirma poco a poco y a diario. El Señor Jesús en varias ocasiones afirmó que la Ley y los profetas se resumían en el amor a Dios y al prójimo. El Evangelio de San Mateo relata aquello que nos espera el día del juicio, en la última venida de Jesús, y habla de siete obras de misericordia. En el juicio universal seremos juzgados en el amor a Dios, hecho concreto y verdadero por el amor al prójimo; por esto decía San Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor”.

Aquí se fundamenta la invitación a edificar nuestra vida de acuerdo con el mandamiento que resume toda la Ley; a crecer en nuestra vida de fe venciendo nuestros egoísmos, saliendo de nosotros mismos, abriéndonos al amor de Dios y derramando sobre los demás, en todas las formas posibles y en los detalles más sencillos, la misericordia con que el Señor nos mira. El hecho de que seamos juzgados con las obras de amor que hayamos hecho nos consuela porque es más sencillo hacer el bien que el mal. Todos los hombres de buena voluntad, los que se hacen hermanos de los necesitados, pueden esperar alegres el juicio misericordioso del Señor. Quien se ha identificado con los más pequeños, con los marginados, los enfermos, los encarcelados y desnudos, tienen a favor el que sus obras consolaron al mismo Señor: “Cada vez que lo hicieron con uno de estos hermanos, a mí me lo hicieron”.

Hermanos, la misericordia de Dios es infinitamente grande, pues confía en que cada uno de nosotros hará a un lado el pecado y responderá con generosidad a su llamado de amor; sin embargo, el mundo va por otro camino y lo único importante es el bien personal a cualquier precio. Nosotros somos privilegiados, todos los dias tenemos en nuestras manos la Palabra de D'os para 9uiarnos Y sostenernos; recurramos a ella cuando no sepamos qué decisión tomar o qué camino seguir y tengamos siempre presente que hubo alguien que nos amó hasta el extremo y que se entregó por nuestra redención sin pedirnos algo a cambio. Seamos comunicadores de fe para que con esperanza, amor, alegría y perdón rompamos las cadenas de odio, venganza y desilusión. El mundo ya tiene bastantes sufrimientos como para aportarle más. No perdamos de vista que los Santos y los Fieles Difuntos vivieron en el amor del Señor y por eso fueron coronados con la corona que no se marchita; ahora la tarea es nuestra donde sea que nos encontremos. El día del juicio seremos juzgados en el amor a Dios. ¿Estamos preparados para ese momento?

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