EN EL CICLO B
La Iglesia celebra el misterio de nuestro Señor Jesucristo a través del Año Litúrgico; por esto, cada tiempo en particular se ocupa de un misterio de Su vida: Adviento y Navidad (nacimiento), Tiempo Ordinario (predicación y milagros), Cuaresma (consumación de su vida) y Pascua (memoria de su resurrección). Al tiempo, cada año litúrgico se organiza con la lectura de un evangelista en particular durante los domingos: ciclo A (San Mateo), B (San Marcos) y C (San Lucas). San Juan se proclama todos los años en celebraciones muy importantes y el tiempo pascual.
Los ciclos litúrgicos le dan la oportunidad al creyente de escuchar la lectura completa de la Biblia, testimonio del amor salvífico de Dios, durante tres años, siempre y cuando participe a diario de la Sagrada Eucaristía. Sabemos que cada evangelista tiene características que le dan originalidad a su mensaje; por lo tanto, que cada ciclo tenga como cabecera un evangelista significa que debemos prestar atención a su mensaje para organizar nuestro itinerario espiritual del año. A continuación presentamos las generalidades del Evangelio de San Marcos, que se proclamará en este ciclo B.
EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
San Marcos probablemente fue el secretario de San Pedro, por lo que bebió de la fuente directa de uno de los apóstoles, pero no fue testigo directo de los acontecimientos. San Jerónimo, en el prólogo que hace al Evangelio de San Marcos, dice que él fue un “levita según su linaje, siendo sacerdote en Israel”.
San Marcos escribió su Evangelio entre los años 50 y 60 d.C en Antioquía de Siria, aunque hay otros testimonios, como el de San Clemente de Alejandría, que lo ubican en Roma. Para redactarlo, además del testimonio directo de los apóstoles, testigos oculares de los hechos, se apoyó en escritos que ya circulaban después de la muerte del Señor Jesús y que contenían sus dichos y enseñanzas. Este Evangelio se incluye dentro de los llamados “sinópticos”, por compartir fuentes comunes con Mateo y Lucas, lo mismo que relatos y acontecimientos; San Juan recurre a otras tradiciones, lo que da una riqueza particular a su obra. San Marcos es el primer Evangelio en ser escrito y está compuesto por los capítulos más cortos; solo son 16.
El autor de este Evangelio escribió para cristianos provenientes del mundo pagano, por lo que no presta demasiada atención a temas relacionados con la Ley de Moisés, pero sí enfatiza la explicación de las tradiciones judías a sus lectores, quienes las desconocen. Su estilo coloquial, el vocabulario reducido y el tipo de griego que utiliza hacen de este Evangelio un relato ameno para anunciar el núcleo esencial de la fe: Jesucristo.
San Marcos entrega a sus lectores una síntesis del “Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Me 1, 1). Los acontecimientos y palabras que presenta en su obra tienen por finalidad demostrar que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías esperado. Así pues, en el episodio del Bautismo (Me 1, 9-11) y en la Transfiguración (Me 9, 7) es Dios mismo quien dice que Jesús es su Hijo y que debe ser escuchado. Por otra parte, el autor se vale de presencias oscuras para manifestar la misma realidad: los espíritus impuros reconocen a Jesús como el Hijo de Dios (Me 1, 24; 5, 7; 3, 11). Pero con mayor relevancia, es Jesús mismo quien con su obrar manifiesta quién es realmente:
JESÚS OBRA CON PODER:
Sobre los espíritus del poseído de la Sinagoga, la legión, la hija de la sirofenicia y el joven lunático.
Sobre el hombre, la enfermedad y la muerte: suegra de Simón, leproso, paralíticos, “hombre de la mano seca”, la hemorroisa y el ciego de Betsaida, la hija de Jairo, entre otros.
Sobre la naturaleza: calma la tempestad, multiplica los panes y camina sobre las aguas.
JESÚS TAMBIÉN OBRA CON AUTORIDAD:
Sobre la Ley, instituciones y tradiciones judías (Me 1, 41; 7, 1-23). Sobre sus enemigos (Me 2, 6-12; 2, 24-26)
Sobre el pecado (Me 2, 10-12).
La Pasión, Muerte y Resurrección del Señor ocupan un lugar de suma importancia para el evangelista, pues chocaba no solo con la mentalidad judía (que esperaba un Mesías poderoso y militar) y con la pagana (que no comprendía la muerte de Dios). San Marcos busca enfatizar la humanidad del Hijo de Dios para manifestar luego “el secreto mesiánico”, revelado exclusivamente con su entrega en la cruz y resurrección. San Marcos presenta a un Dios humanado que se entrega por generosidad y amor para la redención de la humanidad.
Durante todo el Evangelio de San Marcos, Jesús manifiesta su identidad con gestos y palabras, pero pide a las personas que guarden silencio, no porque tuviera miedo o no estuviera seguro de su misión, sino porque ¡ tenía que venir la prueba máxima, la cruz y la resurrección, para que
Íi sus seguidores tuvieran la certeza absoluta de quién era Él: el Mesías
esperado. La pregunta por la identidad de Jesús como Mesías e Hijo de Dios es tan importante que finalizando el Evangelio, cuando el Señor cuelga del madero, el centurión que estaba frente a Él dice: “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Me 15, 39). Muchos podían hacer milagros y enseñar con gran sabiduría, pero solo Dios encarnado tenía tanto amor
como para entregar su vida por la redención de los pecadores. Desde esta perspectiva, el Evangelio de San Marcos se compone de dos secciones principales: Me 1-9, 10, que presenta quién es Jesús (el Cristo, el rey del nuevo pueblo de Dios, el Hijo de Dios); y Me 9, 14-16, 18, que orienta a la comprensión de la muerte de Jesús como revelación de su identidad.
La invitación en este año litúrgico que inicia es a que, siguiendo el Evangelio de San Marcos, prosigamos un itinerario espiritual que nos lleve a reconocer quién es Jesús de Nazaret, no por los grandes prodigios y enseñanzas que muchas veces esperamos de Él, sino a través del silencio y el abandono de su muerte en la cruz, donde se revela no como el Mesías todopoderoso, sino como el Hijo de Dios fiel y cercano que derramó su sangre por amor. Hermanos, démonos la oportunidad de caminar por esta propuesta litúrgica y roguemos al Señor que un día gocemos de la misma claridad del centurión al pie de la cruz, para proclamarlo como el verdadero Hijo de Dios.
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