miércoles, 21 de noviembre de 2018

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES

La misión en el corazón de la fe cristiana


Queridos hermanos:

Este año, la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (Evangelii nuntiandi 7), que nos llama a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería solo una asociación entre muchas otras, que terminaría agotando su propósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta a los ¡nocentes: ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?

ndíciones para todos los lectores de MINUTOS DE AMOR!

LA MISIÓN Y EL PODER TRANSFORMADOR DEL EVANGELIO DE CRISTO, CAMINO, VERDAD Y VIDA

La misión de la Iglesia está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. La Buena Nueva trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros. La misión es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor, experimentando la Verdad y recibiendo su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera del egoísmo y es fuente de creatividad en el amor (...).

LA MISIÓN Y EL KAIRÓS DE CRISTO

La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. A través de ella, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso representa el kairós (tiempo propicio de la salvación en la historia). A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la Creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Evangelii gaudium 276).

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Rocordninoü slompro quo «no su <:<>mlnn/a .1 ■.<> r cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI) El Evangelio es una persona que continuamente se ofrece e invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección.

El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta.

LA MISIÓN INSPIRA UNA ESPIRITUALIDAD DE ÉXODO CONTINUO, PEREGRINACIÓN Y EXILIO

Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Evangelii gaudium 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y justicia. La misión propone una experiencia de continuo exilio para hacer sentir al hombre su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.

La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades».

LOS JÓVENES, ESPERANZA DE LA MISIÓN

Jesús y la Buena Nueva proclamada por Él siguen fascinando a los jóvenes; «son muchos los que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado [...]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (EG 106).

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