Presencia del Señor en el camino de la Iglesia
“Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver tanta gente, sintió compasión de ellos, porque estaban vejados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor".
Los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua tienen características particulares y lecturas propias según su intención, pero el tiempo Ordinario es distinto: las lecturas son discontinuas y sin aparente unidad temática, pero todo se dirige a un mismo fin: la meditación de las palabras y milagros del Señor Jesús; es decir, todo lo que hizo durante su paso por este mundo y que le valió para ganarse la crucifixión. No se puede entender la Cruz del Señor sin prestar atención a lo que Él hizo y predicó, pues durante este tiempo encontramos sus curaciones en sábado, su cuestionamiento a las autoridades judías, su predicación y apostolado fuera de lo común, entre otros. El Tiempo Ordinario nos presenta el misterio del Señor, tal y como lo narran los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. En este año en el que nos encontramos, ciclo B, la liturgia nos invita a contemplar la vida y ministerio de Jesús desde el testimonio de san Marcos. Este Evangelio posee algunas particularidades: al principio de su ministerio, Jesús es acogido con gran entusiasmo, pero la oposición no tarda en llegar, incluso sus mismos discípulos no entienden por qué tienen puesta su esperanza en el Mesías terrenal. Todo esto cambia cuando Jesús anuncia la inminencia de su Pasión y san Pedro rechaza esa situación. Aun así los malos entendidos continúan: Jesús predica o realiza un milagro y genera polémica, confunde o escandaliza, pues ponía a prueba las expectativas de sus oyentes. Durante el tiempo Ordinario del ciclo B también escucharemos los relatos de la multiplicación de los panes y los peces de san Juan, con el sucesivo discurso sobre el pan de vida y, por extensión, de la Sagrada Eucaristía.
Durante el Tiempo Ordinario que iniciamos, el día más importante es el domingo, porque en él celebramos el misterio pascual del Señor y tiene por finalidad reafirmar nuestra respuesta de fe día a día. El Dios que recibimos en Navidad ahora inicia su ministerio de predicación y ayuda al necesitado; es nuestra responsabilidad atender a su llamado y seguirlo con fidelidad, pues solo así comprenderemos por qué murió y por qué resucitó. Esta primera parte del Tiempo Ordinario se extenderá hasta el martes 13 de febrero, ya que al día siguiente daremos inicio al Tiempo de Cuaresma con la celebración del Miércoles de Ceniza.
Durante el Tiempo Ordinario celebramos el Kairós, el tiempo de la salvación prolongada. Para los cristianos toda la vida es una celebración continua, pues todo el tiempo es del Señor. Por esto, desde la antigüedad se consagran días comunes a aspectos especiales de la espiritualidad: el miércoles y el viernes como días de ayuno por la Pasión del Señor y el sábado dedicado a la Santísima Virgen María. Nuevamente, es importante recordar que el día más importante es el Domingo, inicio y culmen de la semana. La memoria de los mártires y los santos también juega un papel muy importante en este tiempo, pues demuestra que es posible llevar una vida en conformidad con la voluntad del Padre y que la gloria aguarda a quienes se mantienen perseverantes.
La liturgia enseña que el Tiempo Ordinario se compone de 33 o 34 semanas y que se divide en dos partes:
1. Comienza el día siguiente al Bautismo del Señor y se extiende hasta el martes previo al Miércoles de Ceniza y la Cuaresma.
2. Comienza el lunes siguiente al domingo de Pentecostés y termina antes de las primeras vísperas del primer domingo de Adviento, después de celebrar a nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.
El día como presencia de Cristo
Para los cristianos, cada día -desde la mañana hasta la noche- tiene un sentido cristológico, por eso en cada hora del día se puede orar con la Liturgia de las Horas, recordando algunos momentos de la Historia de la Salvación:
• La mañana (Laudes) trae la memoria de la Resurrección.
• La hora tercia (9:00am), recuerda la venida del Espíritu Santo.
• La hora de sexta (12:00), celebra el misterio de la Ascensión.
• La hora Nona (3:00pm) recuerda la Crucifixión y la Muerte del Señor.
• La oración de la tarde, Vísperas (6:00pm), conmemora el sacrificio í vespertino de la Cruz y de la Cena, o, también, la tarde del día de
Pascua con la petición confiada de los Discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros porque atardece y el día ya declina” (Le 24, 29).
• La noche (Completas) nos hace entrar en la espera escatológica del Señor (“Hasta que Él vuelva”), mientras confiamos al sueño nuestros cuerpos fatigados, tras haber contemplado un día más la salvación.
Estas motivaciones que ofrecen del día cristiano un sentido pascual pleno, quedan fijadas con diversos argumentos, simbolismos y evocaciones ya en la primera mitad del siglo III para toda la Iglesia. Por esto, dentro de la sobriedad de lo cotidiano, cada día es para los discípulos del Señor una Pascua cotidiana.
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