Comienzo del ministerio del Señor
“Una vez bautizado Jesús, salió del agua. En esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre Él. Y una voz que salía de los cielos decía: Este es mi Hijo amado, en quien me
El Bautismo ele Jesús
Con la celebración del Bautismo del Señor, prolongación de la Epifanía (Revelación a los Sabios de Oriente), concluye el tiempo de la Navidad y se inicia el tiempo Ordinario; se pasa del tiempo dedicado a meditar el Nacimiento del Mesías al que nos enseñará qué fue lo que Él hizo, enseñó y predicó.
Juan Bautista realizaba su misión a orillas del Jordán. Cuando se acercó Jesús sucedió algo maravilloso: los cielos se abrieron y se oyó la voz del Padre, del Creador, que presentaba a su Hijo y enviaba al Espíritu Santo en forma de paloma. ¿Por qué se produce esta visión justo en el momento del Bautismo del Señor? Juan predicaba un bautismo de penitencia; Jesús lo recibe como signo de solidaridad con los pecadores, aun cuando Juan quiso impedírselo. Dijo san Pablo: “Al que no había pecado, Dios le hizo expiar por nuestros pecados” (2Co 5, 21).
La manifestación de Dios Trinidad acontece en medio de un contexto de solidaridad con los pecadores. Él nos llama (“Tú eres mi hijo amado”) para que seamos solidarios con los hermanos necesitados, pecadores y dolientes. No fuimos bautizados para darnos consuelo a nosotros mismos, sino para impregnar el mundo de la luz y el amor de nuestro Señor Jesucristo. Si obramos
Feliz Navidad y próspero año para todos los lectores de MINUTOS DE AMOR!
así, recibiremos la aprobación y compañía del Espíritu Santo: “sobre Él he puesto mi Espíritu”. Durante su vida, Jesús contó con la compañía y auxilio del Espíritu, no solo por ser el Hijo, sino por su fidelidad a la voluntad del Padre; de igual forma, nosotros somos hijos de Dios y si permanecemos atentos y vigilantes en lo que Él quiere, el Espíritu estará a nuestro lado sosteniéndonos y guiándonos.
Una de las materias esenciales para el Bautismo es el agua, signo de vida, frescura, esperanza y crecimiento, pero, después de este acontecimiento, el mismo Espíritu llevó al Señor Jesús al desierto para ser tentado por Satanás. El Bautizado no es ajeno o invulnerable a las dificultades de la vida o a la tentación por el mal, pero sí cuenta con la fuerza divina del Espíritu, es Él quien nos fortalece cuando todo parece venirse abajo y no vemos caminos de solución; fue Él quien sostuvo al Señor en el Huerto de Getsemaní y animó a los apóstoles después de la Resurrección. Agua y desierto, contraste que utiliza el Evangelio para darnos a conocer que Jesús fue fiel en los momentos de gozo y en medio las pruebas.
El Bautismo del Señor también es anuncio de su Pasión: “Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!" (Le 12, 50). El bautismo que recibió el Señor por parte de Juan no fue definitivo, sino que era una acción simbólica de su plena manifestación como el Mesías y Redentor de la humanidad en la Cruz, solidaridad máxima con los pecadores. El Bautismo de Jesús es modelo del nuestro: por él descendemos con Cristo a las aguas de la muerte, se lavan nuestros pecados y salimos a la vida verdadera, donde el Padre nos llama por nuestro nombre como “hijo amado”.
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