martes, 22 de enero de 2019

SANTAS ÁGATA Yl SOSA Y TERESA KIM

(+1840)

La República de Corea dio a la Iglesia y al mundo maravillosos testimonios de fe, tanto de misioneros venidos del extranjero, como de cristianos y sacerdotes nacidos en Corea. Todos regaron con su propia sangre la naciente Iglesia coreana que empezó a crecer y fructificar hasta nuestros días, y se constituyó en Vicariato Apostólico en 1831 por disposición del Papa Gregorio XVI. En ese momento la comunidad católica oscilaba entre 6.000 a 10.000 fieles. Por un tiempo, se apaciguó la persecución en contra del cristianismo, pero en 1839, por un decreto expreso del gran consejo, inició nuevamente con el testimonio de sangre de muchos hombres y mujeres. Ágata Yi Sosa tuvo el privilegio de ser también hija de mártires y Teresa Kim, viuda, fue su amiga y colaboradora de San Andrés Kim, el primer sacerdote coreano martirizado. El 9 de enero de 1840, ambas fueron conducidas a la cárcel de Seúl, y allí fueron estranguladas. El propósito de los ejecutores era el ahogar la fe cristiana en Corea, pero este intento, lejos de conseguir su finalidad, ayudó a incrementar la fe en el país. A estas dos mujeres les siguió una larga lista de gente sencilla, humilde, llena de fe y amor por Jesucristo, que dio como testimonio lo único que tenía, su propia vida. En 1984 el Papa San Juan Pablo II las inscribió en el catálogo de los santos junto con Andrés Kim Taegón y otros cien mártires coreanos. Sus restos son venerados en la cripta de la catedral de Seúl.

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