lunes, 4 de febrero de 2019

BEATO LUIS VARIARA BUSSA

(*1875/+1923)

Nació en Viarigi (Italia) en 1875. Realizó los estudios de filosofía en Valsálice, donde conoció al Venerable Andrés Beltrami; por allí, en 1894, pasó el Padre Unia, célebre misionero que buscaba a alguien que pudiera encargarse de los leprosos de Agua de Dios (Cundinamarca, Colombia) y que al ver a nuestro beato dijo: “Este es mío”. Variara llegó a Agua de Dios en 1894, se sumergió totalmente en su misión y, valiéndose de sus capacidades musicales, organizó una banda instrumental que creó un clima de fiesta en la ‘ciudad del dolor’. En 1898 fue ordenado sacerdote y pronto se reveló óptimo director espiritual; entre sus penitentes estaban también las hermanas de la Asociación de las Hijas de María, grupo de unas 200 jovencitas, muchas de las cuales eran leprosas. Se trataba de un sueño considerado irrealizable, porque ninguna Congregación aceptaba a una leprosa y ni siquiera a una hija de leprosos. Fue ante esta constatación como nació en él la primera idea de jóvenes consagradas aunque fueran leprosas. El Papa San Juan Pablo II, en la homilía del 14 de abril de 2002, afirmó sobre este beato: “De Italia, y precisamente de la diócesis de Asti, llegó a Colombia el salesiano padre Luis Variara, seguidor fiel de Jesús misericordioso y cercano a los abatidos. Desde el primer momento dedicó su energía juvenil y la riqueza de sus dones al servicio de los leprosos. Primer salesiano ordenado sacerdote en Colombia, logró reunir en torno a sí un grupo de muchachas consagradas, algunas de ellas leprosas o hijas de leprosos y por ello no aceptadas en los institutos religiosos. Con el tiempo este grupo se ha convertido en la congregación de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, floreciente instituto hoy presente en diversos países”. Murió en Cúcuta (Colombia) en 1923. Fue beatificado por el Papa San Juan Pablo II en el 2002. Sus restos cristianos reposan en Agua de Dios.

viernes, 1 de febrero de 2019

BAUTISMO DEL SEÑOR

Después de haber celebrado la Solemnidad de la Epifanía, se le da paso a la Fiesta del Bautismo del Señor que, como las bodas de Caná y la adoración de los Magos de Oriente, es otra de las manifestaciones del Señor Jesús; no obstante, esta fiesta está revestida de sentido, porque con ella finaliza el Tiempo de Navidad y comienza el Tiempo Ordinario, espacio necesario para preparar lo que va a ser la Cuaresma y la Pascua.

Con Adán se había cerrado la posibilidad de contemplar la Gloria de Dios, porque el pecado había herido de muerte a la humanidad y las tinieblas del error provocaron que la soberbia condujera al hombre a la independización de Dios, en otras palabras, al sin sentido. El ser humano es libre, sí, pero no independiente, porque su mayor dependencia, al ser creado a imagen y semejanza de Dios, está en Dios. Por eso el Señor Jesús, de manera callada, ha ido mostrando la sencillez de su Majestad y en ella se ha permitido revelar el sentido de su Presencia en medio del mundo: restaurar lo perdido e instaurar su Reino en medio de los que siguen buscando, aunque desorientados, el camino que conduce a la casa del Padre.

Juan el Bautista afirmó que él no era el Mesías, pero su tarea se centró en dar cumplimiento a la Palabra de Dios a través del profeta cuando dice: “Voy a enviar a mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Prepara el camino del Señor, endereza sus sendas”. (Is 40, 3). Juan ha bautizado y los que se han lavado en las aguas del Jordán han querido aceptar que es necesario el arrepentimiento para dar paso a la conversión; sin embargo, todos los esfuerzos del Bautista apuntan a que los judíos lleguen a reconocer a su Mesías y puedan llegar a disfrutar de los privilegios de ser pueblo escogido de Dios. Juan quería que Israel volviera a asumir como suyo el Pacto que Dios había hecho con ellos, pero para que eso 

fuera posible, era necesario enderezar las sendas y recorrer el camino que Dios mismo trazó para que la Salvación fuera plena y la plenitud transformara el universo entero.

Juan se declaró esclavo, porque la tarea de desatar el calzado solo estaba dirigida a aquellos que dedicaban sus días a llevar a cabo la voluntad de sus amos; en este caso particular, Juan quiso disminuirse para que la Voluntad de Dios no perdiera su eficacia y llegara a ser absoluta en todo ser humano. Asimismo, Jesús aceptó la invitación de Juan, no porque necesitara arrancar de su ser el pecado, lo que Él realmente quería era afirmar el camino que le había trazado el Bautista y revestir a la creación con su Gracia, con su Palabra y en últimas con la Presencia del Reino, a través del anuncio de la llegada de la Buena Nueva de Dios.

La comunión de la Trinidad se hizo presente porque una vez Jesús emergió del agua, el Espíritu Santo se posó sobre Él y la voz del Padre corroboró su deseo de ver a su pueblo asumir su condición de hijo en su Hijo predilecto, en quien tiene toda su complacencia. Jesús no necesita ser purificado, lo que Él realmente quiere es que el mundo no se vuelva a desviar y que sepa asumir con valentía el camino que lleva al sacrificio; en otras palabras, a la plena configuración con el que ha hecho posible que los cielos se rasguen y vuelvan a estar abiertos, para la entrada de todos aquellos que decidieron lavarse y convertirse para hacerse uno con su Maestro.

Juan el Bautista dijo que el que venía detrás de él bautizaría con Espíritu Santo y fuego, y Jesús, con la Presencia del Padre y el aleteo de la Paloma, nos dejó como fuente de Gracia y vida nueva el Sacramento del Bautismo. El Sacramento es un signo visible de una realidad invisible, es decir, el Sacramento le devuelve al hombre lo que había perdido y lo capacita para asumir con total responsabilidad su condición de hijo de Dios. Quien se ha hecho uno con Cristo es una nueva creatura, lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado (2 Co 5, 17). El bautizado queda revestido de Cristo, dicho de otra manera, no está solo y la Gracia que reposa en él le confiere la potestad de enfrentar la cotidianidad con las herramientas necesarias, que se deben usar en su debido momento. El Espíritu Santo llega, pero no llega solo, trae consigo siete dones y doce frutos, para hacer de quien los ha recibido digno templo de su Presencia.

Hermanos, esa es la obra que Dios desde el principio ha querido realizar en su creatura; por tanto, es necesario abrir el corazón de par en par, para que la voz del Padre resuene en el interior del hombre y escuche de labios de Dios que se siente complacido por haber aceptado su Voluntad y que espera que al final del camino se puedan fundir en un abrazo de amor y de completa satisfacción, porque uno de sus predilectos ha sabido luchar para alcanzar la corona de gloria que no se marchita.

jueves, 31 de enero de 2019

La Salvación de Dios llega para toda la humanidad

Desde tiempos inmemoriales, la tradición nos ha invitado a conmemorar la Epifanía del Señor; claro está que lo que se ha buscado de la mano de esta Solemnidad es darle a lo celebrado un talante netamente cristiano, tratando de quitar de raíz el sentido pagano de lo que en siglos pasados llego a ser motivo de fiesta. Algunos pueblos por esta fecha se reunían para recordar al dios Aion, pensando que se manifestaba al renacer el sol en el solsticio de invierno; otros elevaban su acción de gracias al dios Dionisio por los “prodigios” realizados en favor de sus devotos.

Para los Sabios de Oriente, esta realidad no fue del todo ajena, ya que sus estudios en astronomía y su claro sentido del Nacimiento del Salvador y Rey del mundo los llevaron a emprender un viaje guiados por una estrella y, en especial, por la convicción infundida en ellos por el mismo Dios. Algunos entendidos han llegado a plantear hipótesis con relación a la estrella al afirmar que lo que en su momento sucedió fue la conjunción de los planetas Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Antiguamente, Júpiter era considerado como símbolo del Rey del Universo; Saturno, como estrella de Palestina, y la constelación de Piscis, como signo de la plenitud de los tiempos. Si lo anterior fue así, tiene sentido el hecho de que los Magos de oriente hayan querido adorar al Niño de Belén y sustentar con su presencia que el tiempo había llegado a su plenitud y que esta se daría para el mundo en tierra de Palestina.

La Solemnidad de la Epifanía (epifanía del griego: ímcpáveia que significa «manifestación»), o Fiesta de los Reyes Magos, como popularmente se le bautizó, confirma que el Hijo de Dios ha nacido para Salvación del género humano; no obstante, no es la única Epifanía que la Iglesia celebra, ya que las bodas de Caná y el Bautismo del Señor son eventos considerados como manifestaciones de Jesús: en la primera el Señor quiso manifestarse a sus discípulos y en la segunda se manifiesta a los judíos. Estas tres manifestaciones revelan el sentido universal de la Presencia del Hijo de Dios y su deseo de darle a la creación y al hombre un nueva significación.

Los Magos de Oriente no eran testigos directos de la Revelación, como lo eran lo judíos, pero su deseo de buscar a Dios los llevó a ver en la creación su Presencl y a caminar sin flaquear para encontrar y contemplar con sus propios ojos al R<> del Universo. Estos hombres venidos de oriente no dejaron que el cansancio, Ni inclemencias del viaje y aun la soberbia del rey del lugar los llevaran a desfallecí) por el contrario, todo esto, sumado a sus convicciones, los llevaron a testimoni; la omnipotencia de Dios, que es capaz de hacer mucho más de lo que podamo llegar a imaginar.

La fisonomía y los nombres de los Reyes Magos no se encuentran en la Sagrad Escritura; sin embargo, la tradición le designó a cada uno una identidad, qu después de los siglos persiste y da claro sentido a lo celebrado. Melchor, hombr de avanzada edad, representa a Europa y le da oro al Salvador como signo de I realeza que lo acompaña; Gaspar, hombre joven, representa al continente asiátic y lleva consigo incienso, como signo de la Divinidad de Jesús; Baltazar, hombr maduro y de color, representa al continente africano y le ofrece mirra al Niño di Belén, como signo de su humanidad.

Los elementos ya descritos nos confirman que Jesús ha nacido para iluminar ; mundo que caminaba en tinieblas; Él ha venido para ser Luz de las naciones restaurar lo que el pecado había destruido. Jesús se manifiesta de manera humild< y sencilla, pero su Gloria es proclamada de manera solemne por boca del ángel. los pastores. San Lucas describe de hermosa manera ese momento: “Y de repenU se reunieron con el ángel muchos otros ángeles del cielo, que alababan a Dio diciendo: —«¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres qui gozan de su amor!»—”. (Le 2, 14). Jesús se ha manifestado para dar cumplimientt a las promesas del Padre; ha venido a restaurar la naturaleza caída del hombre ; a establecer la Jerusalén Celestial como morada definitiva de todo aquel que sig¡ con afán la Estrella que no tiene ocaso.

Los Reyes de oriente dieron testimonio de lo que significa renunciar y perseverai pues no solo renunciaron a su tierra, sino también a sí mismos, ya que mag< significa sacerdote o sabio en lenguaje persa; estos hombres se despojaron de si vestidura para dejarse penetrar por la Gracia que se había manifestado de lo Alto Los Sabios de oriente entregaron todo de sí mismos y, como signo material de si sumisión, dejaron como prenda oro, incienso y mirra, elementos materiales qu< demostraban la Majestad de quien los recibía, pero a la vez la humildad de quienes los entregaban. Hermanos, despojémonos de todo aquello que no nos permit; doblegar nuestro orgullo, para que la Majestad de Aquel que es verdaderamentí humilde suscite en cada uno el deseo de cambio y así, revestidos con la Graci. Celestial, podamos como los Magos dar fiel testimonio de la veracidad de la: promesas de Dios Padre.

miércoles, 30 de enero de 2019

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

Los tiempos que vivimos están marcados por dos corrientes que se implican la una a la otra, aunque fueron concebidas en épocas totalmente distintas: el posmodernismo y el relativismo. El primero es un movimiento artístico, cultural, literario y filosófico que surgió a mediados del siglo XX y que declara, entre otras cosas, el desencanto social, político y científico, con lo cual cuestiona la idea de verdad y progreso. Al segundo se le ve como una corriente de pensamiento que nació con los sofistas, pero que cobró mayor sentido en el siglo XX de la mano del posmodernismo. El relativismo afirma que no existe una única verdad, sino que considera que existen tantas verdades como sujetos.


Sin embargo, para los creyentes la verdad no es una ideología o una simple afirmación filosófica; la verdad es una Persona y en Ella reposan dos naturalezas, la humana y la divina. Esto nos lleva a pensar que no creemos por imposición, sino por convicción, dado que las dos naturalezas convergen para dar a luz a quien es la Verdad. Esto mismo se puede entender a través de la realidad contenida en el ser humano, porque decimos que el hombre está compuesto de cuerpo, alma y espíritu, y las tres realidades están presentes en la persona y son indivisibles.

La Santísima Virgen Maria es la depositaría de esta Gracia porque desde la eternidad fue elegida no solo para gestar en su vientre la humanidad del Salvador, sino también para contener en su seno al que es imposible de abarcar porque viene de lo alto y es el Hijo predilecto de Dios. Al decir que Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre, afirmamos paralelamente que la Virgen Maria no solo es Madre del hombre, sino de Dios, porque las dos naturalezas son en la misma persona y no admiten división alguna. Por eso, quien se niega a aceptar la divinidad de Jesús, niega a su vez que la Santísima Virgen María es Madre de Dios.

Todo lo aquí tratado nos remite a Nestorio, Patriarca de Constantinopla, que en el siglo V declaro heréticamente que Jesús nació de la Virgen María, solo como hombre, para luego recibir la filiación divina. Esto llevó a que en el año 431 el Concilio de Éfeso declarara:

"Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola Persona, la segunda Persona de la Santísima Trinidad. María no es solo Madre de la naturaleza, del cuerpo, pero también de la Persona quien es Dios desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una persona, Jesucristo, quien es Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de Dios’’.

Al declarar una verdad de fe (dogma), todo concilio se fundamenta en la efusión del Espíritu de Dios que revela e inspira al magisterio de la Iglesia, para que, sustentado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, exponga de manera clara lo que ha definido como verdad revelada; no obstante, y en la particularidad de los casos, la Iglesia se reúne para contrarrestar los errores que no dejan de suscitarse, para fortalecimiento de sí misma y para enriquecimiento del que cree. Sin embargo, son muchos los pronunciamientos contrarios que el dogma de la maternidad divina de la Virqen María suscita aún hov, pero ¿cómo negar dicha verdad cuando la Sagrada concisa?

San Lucas, en el relato de la Anunciación, nos dice: —«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo...No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo... El Espíritu Santo vendrá sobre Ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios»—. (Le 1, 28 - 35).

El texto deja ver que la Virgen María concibe por obra del Espíritu Santo, es decir, la humanidad de Jesús viene dada por la humanidad de la Virgen y su Divinidad por acción del Espíritu de Dios. Ahora bien, San Lucas escribe que el ángel le dice a María que el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios, afirmación que nos confirma que la Santísima Virgen María no solo es madre del hombre, sino también Madre de Dios, porque las dos naturalezas reposan en la misma persona.

Además, para la Iglesia, y según lo afirmado por San Juan Pablo II, asumiendo como suyas las palabras de San Juan Damasceno, María apareció antes de Cristo en el horizonte de la historia de salvación. Es un hecho que, mientras se acercaba la “plenitud de los tiempos”, o sea el acontecimiento salvífico del Emmanuel, la que había sido destinada desde la eternidad para ser su Madre ya existía en la tierra. (RM 3)

martes, 29 de enero de 2019

SAN JUAN DE RIVERA

(*1532/+1611) 

En sus familiares encontró los más admirables ejemplos de santidad. En su casa se repartían limosnas a los pobres y se ayudaba a muchísimos enfermos abandonados. Nació en Sevilla (España) en el año 1532. San Juan, desde sus más tiernos años, dio muestra de singular amor a Dios, que crecía cada día más, ya fuera elevando oraciones o contemplando las verdades eternas. Conforme crecía en edad y estatura, se despertó en él un deseo de conocer la fe. Así, se entregó con entusiasmo al estudio de Derecho canónico en la Universidad de Salamanca; también estudió humanidades y artes; sin embargo, lo que siempre procuró fue profundizar en la religión cristiana y cuanto más brillaban estas verdades en su inteligencia, más se alegraba su corazón y mayor era su entrega a Dios. El Señor lo llamó al sacerdocio; tiempo después de su ordenación fue consagrado Obispo para la Diócesis de Badajoz (España), primero, y de Valencia, después, las cuales rigió con admirable prudencia y santidad. Indujo al clero y al pueblo a vivir con mayor austeridad la vida, para estar en plena conformidad con la fe cristiana. Atendió a multitud de fíeles predicándoles sobre las cosas de Dios con sencillas y adecuadas palabras; enseñó en la calle a los niños, escuchó pacientemente las confesiones en la Iglesia y llevaba él mismo el Santo Viático a los moribundos. Luego, con toda diligencia y solicitud, procuró mover a los sacerdotes para que se entregaran a una vida más santa desde la asiduidad de la oración. Celebró siete sínodos y fomentó la evangelización de la diócesis; fundó el Colegio del Corpus Christi para la formación del clero y para honrar solemnemente al Santísimo Sacramento. Edificó con su santidad de vida, reflejo de su profundo amor a Dios en el Santísimo Sacramento y de su pureza con un singular amor a la pobreza. Murió en el año 1611 y el Papa San Juan XXIII lo canonizó en 1960.

lunes, 28 de enero de 2019

SANTA MARGARITA BOURGEOYS

(*1620/+1700)

"¡Quó bueno es que los jóvenes sean «callejeros de la fe», felices de llevar a Jesús a cada calle, a cada rincón de la tierra!". (Papa Francisco)

Nació en Troyes (Francia) en el año 1620. A los veinte años, quiso ingresar con las Carmelitas y las Clarisas, pero no fue aceptada. En 1652, el gobernador de la pequeña colonia francesa Villa María, en Canadá, la invitó como maestra. Ella reconoció en esto el llamamiento divino y decidió partir. Después de cuatro meses, llegó a Canadá y, al mes, a Villa María, la pequeña colonia que luego se convertiría en la ciudad de Montreal. Ahí Margarita enseñaba el catecismo, curaba enfermos y ayudaba a los soldados heridos y a los necesitados. Además, hizo restaurar la gran cruz de Montreal que había sido destruida unos años atrás y se las arregló para construir una nueva capilla dedicada a Nuestra Señora en 1667. Al año siguiente, inauguró la primera escuela de Montreal en un antiguo establo con una docena de alumnos; allí Margarita acogió también a los hijos de los indígenas. Al regresar a Francia (de 1670 a 1672), consiguió la aprobación del rey Luis XIV para la fundación de la Congregación de Nuestra Señora, la cual se consolidó en el año 1676. En 1698, las veinticuatro hermanas pudieron hacer la profesión religiosa. Durante el último día de 1699, la fundadora ofreció su vida para salvar la de una religiosa que estaba gravemente enferma. Habiendo recobrado ella la salud, la madre murió en enero de 1700. El Papa San Juan Pablo II, al canonizarla en 1982, la recordó con estas palabras: “dedicó totalmente su vida a los más necesitados, a partir de la edad de 20 años. Su campo de acción fueron las familias pobres de la ciudad natal. De modo especial cooperó con a la edificación de aquel nuevo país (Canadá) intuyendo el papel determinante de las mujeres, y se afanó con asiduidad en su formación con un espíritu profundamente cristiano”.

viernes, 25 de enero de 2019

SAN TEODOSIO

(*423/+529) 

Después de una larga vida en soledad, aceptó junto a él a muchos discípulos e inculcó la vida comunitaria en los monasterios que construyó. Nació en Turquía en el año 423. Su nombre significa “regalo de Dios” y desde pequeño, por costumbre de casa, leía con mucho fervor las Sagradas Escrituras. Siguiendo el ejemplo de Abraham, San Teodosio decidió dejar sus riquezasy su familia para peregrinar a Jerusalén, Belén y Nazaret, y luego convertirse en religioso. Tiempo después, se fue a vivir no muy lejos de Belén, en donde tuvo como guía espiritual al abad Longinos y, al ser ordenado como sacerdote, recibió la orden de encargarse del culto de un templo ubicado entre Jerusalén y Belén. El santo desplegó su labor con mucha sabiduría y humildad, y fue testimonio de una vida santa y llena de oración, lo cual motivó a que otros jóvenes también desearan convertirse en religiosos. Esto lo condujo a fundar tres conventos en las cercanías de Belén. Estos monasterios eran como una ciudad de santos en el desierto, pues todo se hacía a su tiempo, con exactitud, oración, trabajo y descanso. Era admirable su vigoren la ancianidad, a pesar de que ayunaba y empleaba muchas noches en la oración. El santo también construyó, cerca de Belén, tres hospitales para la atención de ancianos, enfermos necesitados y discapacitados. Al final de su vida, San Teodosio enfermó y como él había curado a tantos enfermos con su oración, un discípulo le aconsejó que le pidiera a Dios que le quitara la enfermedad. El santo le respondió: “Eso sería falta de paciencia; no aceptar la santa Voluntad del Señor. ¿No sabes que todo redunda en bien de los que aman a Dios?”. Murió en el año 529 y el Arzobispo de Jerusalén y muchos ciudadanos de Tierra Santa asistieron a su entierro y durante su funeral se obraron varios milagros.